Son pocas las cosas que no le agradan. Sin embargo, al igual que a mi, de vez en cuando le dan ganas de matar, de destruir al prójimo. Ganas de mandar al mismísimo demonio, ganas de convertirse por un rato en el Sr. Hyde, ganas de dejarse llevar hasta las últimas consecuencias por la fiera que duerme dentro de su cabeza. Ganas de hacer desaparecer en ácido sulfúrico la humanidad del primero que se cruce en su camino o arrojarlo a un horno de hierro fundido y luego escupir sus cenizas. Ganas que, por el bien de la civilización, han sido reprimidas en lo mas hondo de la moral durante generaciones. Sentimientos primigenios, instinto puro, necesidad terrible e incontrolable. Ganas de matar. No se trata de sed de venganza o justicia anónima contra la cruel sociedad. Tampoco es un transtorno psicológico o un estado de emoción violento, porque usted, al igual que yo, es un tipo sano y honesto. Sin embargo usted sabe que en cualquier minucia podria encender la mecha de la ira y entonces sentiría esa necesidad asesina que cada tanto se apodera de su alma.Su control emocional al igual que el mio, pende de un hilo, muy pero muy delgado, por nada en especial, solo porque así son las cosas.
En este momento, usted que al igual que yo es un tipo calmado, tranquilo e incapaz de hacer daño a nadie, siente ganas de matar. Siente que hasta sería placentero hacerlo. Siente que las ganas lo ganan desde adentro y ya no hay como detenerlas. Talvez usted logre controlas esas ansias asesinas, talvez pueda reprimirlas mejor que yo lo hice, pero es solo cuestión de tiempo para que su instinto rompa las cadenas. Y creame no es culpa suya... Con el instinto no se puede, no se puede, señor juez.
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